lunes, 29 de abril de 2013

Primero de Mayo: El movimiento sindical ante sus desafíos


Artículo publicado en el nº16 del periódico "Solidaridad"

Llegamos a este Primero de Mayo con los ecos aún frescos del paro nacional de solidaridad de los trabajadores portuarios de todo Chile en apoyo con sus compañeros del puerto de Angamos en Mejillones, paralizados por la reintegración de dirigentes sindicales despedidos por luchar por los derechos colectivos.

Durante las tres semanas en que los trabajadores de Mejillones estuvieron en paro se hizo sentir la solidaridad directa de los portuarios a lo largo de todo Chile, pero también de otros sectores del pueblo, de una manera destacada por parte del movimiento estudiantil, que vio la ocasión de devolver la mano por el apoyo prestado durante las movilizaciones del 2011. Un apoyo que al día de hoy se mantiene y afianza porque se es más y más consciente de que los problemas no son sólo particulares, sino que el problema fundamental es del sistema, que requiere de transformaciones de fondo que sólo podrá conseguir el conjunto del pueblo.

Esta huelga, también, ha sido una demostración de la fuerza que entraña la unidad de los trabajadores por rama de producción y de la desventaja que supone, por consiguiente, continuar con la dinámica de sindicatos de empresa dando las batallas por separado a una patronal que sí que está unida y organizada. Cierto que la legislación actual es restrictiva, pero también es cierto, y la Unión Portuaria lo ha demostrado, que las trabas que impone pueden superarse por la vía de los hechos. Para eso sólo hay un camino: organización.


Los compañeros Francino y Arriagada, del puerto de Iquique, expresaban en una entrevista publicada en el anterior número de Solidaridad la importancia de poner el hombro para superar esas limitaciones del Código del Trabajo que van en beneficio del empresario y en perjuicio del trabajador.

En las últimas semanas también ha habido movimientos entre los trabajadores de planta de Codelco y entre los subcontratistas de la minería pública y privada. El motivo de fondo es el malestar existente por la brecha entre las enormes utilidades que produce el sector y lo mal repartidas que están. Si bien es cierto que el trabajador minero es de los mejor pagados, también hay que tener en cuenta las condiciones en que se realiza su labor y que pese a ser buenos los sueldos hay una diferencia bien grande entre lo que gana el trabajador y lo que ganan los ejecutivos. Y mucho más lo que se llevan las multinacionales. A fin de cuentas, cuando se corta la torta, al trabajador le corresponde el pedazo más pequeño, y de la plata que se genera en la minería poca se queda en Chile. También se lucha por poner fin al subcontrato y que se haga contratación directa. El subcontrato es negocio para unos pocos a costa de inestabilidad y peores condiciones laborales para cientos de miles.

Sabemos que no todos los trabajadores chilenos cuentan con la capacidad de presión de los portuarios o los mineros, con su posición estratégica en la economía chilena que les permite doblarle la mano a la patronal con relativa facilidad una vez que se unen en torno a una movilización. Por eso es que consideramos que es clave que los trabajadores que tienen mayor capacidad de presión y más desarrollada la herramienta sindical le den una mano a los que tienen una labor más complicada, por ser poco el grado de organización de su sector o no ser vital para el funcionamiento de la economía.

De ahí parte la iniciativa del Consejo Nacional por un Nuevo Sindicalismo, para construir un punto de encuentro de sindicatos con voluntad de dar la pelea para transformar el injusto estado de las cosas que nos toca vivir a la clase trabajadora chilena. Nace con la voluntad de ser una instancia donde los sindicatos se relacionen de igual a igual, donde puedan compartir sus problemas y sus avances, donde puedan expresar directamente y sin cortapisas su solidaridad, definiendo y aplicando campañas conjuntas sin burocracias inoperantes, donde puedan delimitar las líneas maestras de lo que quieren para Chile, desde donde puedan trabajar para levantar y concretar el Programa del Pueblo.

En ese sentido, desde su constitución en noviembre del año pasado, el Consejo definió varios ejes de trabajo, poniendo el acento no sólo en reivindicaciones propias de cada sector, sino avanzando en definir cuáles son los problemas que nos afectan al conjunto de las trabajadoras y trabajadores chilenos y, sobre todo, cuáles pueden ser las maneras de solucionarlos.

Se trata de problemas no sólo de condiciones de trabajo, porque nuestra vida no se reduce solo a las horas del día que pasamos en la pega, hay una serie de derechos que nos corresponden:

-Queremos que las enfermedades profesionales se reconozcan como tales y se traten como corresponde, y que no nos tramiten cuando acudimos a la mutual.

-También tenemos familia y queremos que si alguno de sus miembros se enferma sea bien atendido, y que deje de haber un sistema de sanidad para ricos (y bueno) y otro para pobres (malo, lento y más encima caro si tenemos la desgracia de padecer alguna enfermedad no recogida en el AUGE), por tanto defendemos una sanidad pública, gratuita, de calidad y bien financiada.

-Queremos que nuestros hijos reciban una buena educación sin tener que endeudarnos (no queremos que se nos robe de manera legal). Entendemos que ser joven y trabajador no debe ser sinónimo de explotación: no a los trabajos en prácticas sin cobrar sueldo, no al trabajo en negro, no a salarios miserables. Ser trabajador joven no quiere decir que se deba trabajar a cambio de una propina o de unas pocas monedas. La incorporación al mundo del trabajo debe hacerse en condiciones dignas.

-Queremos que existan medios de transporte público seguros, baratos y cómodos. No queremos que se nos transporte como ganado y más encima pagando pasajes cada vez más caros. Además, queremos que los beneficios de las empresas se reflejen en las condiciones de trabajo de los choferes y empleados del transporte.

-Estamos hartos del sistema de AFP, que nos roba mes tras mes de nuestro sueldo para ir a parar al bolsillo de especuladores y a la hora de la jubilación entrega a nuestros mayores fondos miserables. Lo justo es un sistema de reparto con participación de los trabajadores, de los empresarios y del Estado que asegure jubilaciones dignas, acordes al esfuerzo aportado por los trabajadores chilenos al bienestar colectivo.

-Para conseguir todo eso sabemos que es necesario que haya cambios profundos en la economía, sabemos que Chile no puede seguir regalando sus recursos naturales, vendiéndolos en bruto y muy por debajo de su precio real para que unos cuantos hagan negocio. Es necesario expropiar la gran minería del cobre: que el cobre pase a ser de los chilenos y no de unas cuantas multinacionales que apenas nos dejan migajas, además de contaminación y escasez de agua. El cobre puede pagar el desarrollo social de Chile y financiar los cambios que necesitamos para tener un país más justo.

Es importante señalar que no es voluntad del Consejo, por el momento, constituirse en una nueva central, sino contribuir al fortalecimiento del movimiento sindical, que hoy se encuentra disperso y atomizado. La patronal es consciente de que para sacar el mayor rendimiento posible debe actuar con unidad por encima de las diferencias internas, matices o formas de entender la negociación con el gobierno y con los sindicatos. Los trabajadores y trabajadoras también debemos hacernos cargo de esa necesidad, de mejorar nuestros niveles de unidad para conseguir las metas que nos proponemos.

En ese sentido, se impone una autocrítica profunda a quienes hacemos parte del mundo sindical, pero a la hora de repartir responsabilidades hay que procurar ser ecuánime. Si al día de hoy, en los hechos, no existe una central verdaderamente unitaria de las y los trabajadores en Chile, no podemos echarle la culpa sólo a los sindicatos que, a falta de garantías democráticas para que su voz cuente, han decidido dar la pelea por afuera, sin contar con una confederación que sienten que poco les ha aportado. Algunos de esos sindicatos, por cierto, cuentan con unos niveles de afiliación y legitimidad en sus sectores mayores que los de sus pares adheridos a la CUT, por lo que algo aquí está fallando.

Las elecciones celebradas en agosto del pasado año encumbraron a una nueva directiva en la Central. Desde entonces a esta parte, si bien no puede negarse que ha habido un esfuerzo de cara a recuperar el crédito dilapidado durante la desastrosa gestión de Arturo Martínez y para tratar de re-encantar a un movimiento popular con el que había un prolongado divorcio, tampoco puede decirse que esos esfuerzos hayan tenido éxito, y es difícil que hubiera podido ser así sin cambios estructurales en la Central ni una apertura al protagonismo de las bases. El cambio de talante y una actitud más empática con el resto del movimiento popular no son suficientes cuando los problemas son de fondo y no únicamente de forma. Sigue habiendo un claro déficit democrático y una patente falta de representatividad, y eso no se soluciona sólo con un cambio en la gestión, con un cambio de dirección, sino poniendo fin a los “sindicatos fantasmas”, implantando un sistema de toma de decisiones verdaderamente proporcional y representativo, haciéndose cargo realmente de los problemas de los trabajadores chilenos y actuando para coordinar y estimular sus luchas. En este sentido, su rol actual deja bastante que desear y se ha demostrado en los conflictos de los últimos meses, que numerosos sindicatos de trabajadores, adheridos o no a la CUT, han tenido que emprender librados a sus propias fuerzas.

Si hoy los niveles de afiliación sindical son de los más bajos de América Latina, gran parte de culpa la tiene un modelo económico neoliberal que excluye, terceriza y fragmenta y una legislación laboral a su servicio, eso nadie lo puede negar. Pero también tiene una buena parte de responsabilidad el poco interés del movimiento sindical oficialista en potenciar la afiliación sindical fuera del sector público y de llegar a los trabajadores más vulnerables, más allá de contadas excepciones.

Para avanzar no nos podemos quedar en la lamentación ni quedarnos sentados esperando a que de las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias venga un cambio. Ese cambio no va a llegar si es que no nos empezamos a movilizar y ejercer presión para que ese cambio se produzca: todo lo que hemos conseguido las y los trabajadores ha sido por la fuerza de la organización y de la presión, nada se nos ha regalado, y será también mediante nuestra demostración de fuerza que consigamos las transformaciones que necesitamos. Como dicen los compañeros portuarios "no hay grandes logros sin una gran lucha" y estamos claros de que así es.

Sigamos trabajando para construir un movimiento sindical que esté a la altura de las grandes tareas que tenemos por delante, capaz de cumplir con las necesidades y aspiraciones de las y los trabajadores de Chile.

La Batalla de l@s Trabajador@s

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