Artículo publicado en el nº16 del periódico "Solidaridad"
Llegamos
a este Primero de Mayo con los ecos aún frescos del paro nacional de
solidaridad de los trabajadores portuarios de todo Chile en apoyo con sus
compañeros del puerto de Angamos en Mejillones, paralizados por la
reintegración de dirigentes sindicales despedidos por luchar por los derechos
colectivos.
Durante
las tres semanas en que los trabajadores de Mejillones estuvieron en paro se
hizo sentir la solidaridad directa de los portuarios a lo largo de todo Chile,
pero también de otros sectores del pueblo, de una manera destacada por parte
del movimiento estudiantil, que vio la ocasión de devolver la mano por el apoyo
prestado durante las movilizaciones del 2011. Un apoyo que al día de hoy se
mantiene y afianza porque se es más y más consciente de que los problemas no
son sólo particulares, sino que el problema fundamental es del sistema, que
requiere de transformaciones de fondo que sólo podrá conseguir el conjunto del
pueblo.
Esta
huelga, también, ha sido una demostración de la fuerza que entraña la unidad de
los trabajadores por rama de producción y de la desventaja que supone, por
consiguiente, continuar con la dinámica de sindicatos de empresa dando las
batallas por separado a una patronal que sí que está unida y organizada. Cierto
que la legislación actual es restrictiva, pero también es cierto, y la Unión
Portuaria lo ha demostrado, que las trabas que impone pueden superarse por la
vía de los hechos. Para eso sólo hay un camino: organización.
Los
compañeros Francino y Arriagada, del puerto de Iquique, expresaban en una
entrevista publicada en el anterior número de Solidaridad la importancia de poner el hombro para superar esas
limitaciones del Código del Trabajo que van en beneficio del empresario y en
perjuicio del trabajador.
En
las últimas semanas también ha habido movimientos entre los trabajadores de
planta de Codelco y entre los subcontratistas de la minería pública y privada.
El motivo de fondo es el malestar existente por la brecha entre las enormes
utilidades que produce el sector y lo mal repartidas que están. Si bien es
cierto que el trabajador minero es de los mejor pagados, también hay que tener
en cuenta las condiciones en que se realiza su labor y que pese a ser buenos
los sueldos hay una diferencia bien grande entre lo que gana el trabajador y lo
que ganan los ejecutivos. Y mucho más lo que se llevan las multinacionales. A
fin de cuentas, cuando se corta la torta, al trabajador le corresponde el
pedazo más pequeño, y de la plata que se genera en la minería poca se queda en
Chile. También se lucha por poner fin al subcontrato y que se haga contratación
directa. El subcontrato es negocio para unos pocos a costa de inestabilidad y
peores condiciones laborales para cientos de miles.
Sabemos
que no todos los trabajadores chilenos cuentan con la capacidad de presión de
los portuarios o los mineros, con su posición estratégica en la economía
chilena que les permite doblarle la mano a la patronal con relativa facilidad
una vez que se unen en torno a una movilización. Por eso es que consideramos
que es clave que los trabajadores que tienen mayor capacidad de presión y más
desarrollada la herramienta sindical le den una mano a los que tienen una labor
más complicada, por ser poco el grado de organización de su sector o no ser
vital para el funcionamiento de la economía.
De
ahí parte la iniciativa del Consejo Nacional por un Nuevo Sindicalismo, para
construir un punto de encuentro de sindicatos con voluntad de dar la pelea para
transformar el injusto estado de las cosas que nos toca vivir a la clase
trabajadora chilena. Nace con la voluntad de ser una instancia donde los
sindicatos se relacionen de igual a igual, donde puedan compartir sus problemas
y sus avances, donde puedan expresar directamente y sin cortapisas su
solidaridad, definiendo y aplicando campañas conjuntas sin burocracias
inoperantes, donde puedan delimitar las líneas maestras de lo que quieren para
Chile, desde donde puedan trabajar para levantar y concretar el Programa del Pueblo.
En
ese sentido, desde su constitución en noviembre del año pasado, el Consejo
definió varios ejes de trabajo, poniendo el acento no sólo en reivindicaciones
propias de cada sector, sino avanzando en definir cuáles son los problemas que nos
afectan al conjunto de las trabajadoras y trabajadores chilenos y, sobre todo,
cuáles pueden ser las maneras de solucionarlos.
Se
trata de problemas no sólo de condiciones de trabajo, porque nuestra vida no se
reduce solo a las horas del día que pasamos en la pega, hay una serie de derechos
que nos corresponden:
-Queremos
que las enfermedades profesionales se reconozcan como tales y se traten como
corresponde, y que no nos tramiten cuando acudimos a la mutual.
-También
tenemos familia y queremos que si alguno de sus miembros se enferma sea bien
atendido, y que deje de haber un sistema de sanidad para ricos (y bueno) y otro
para pobres (malo, lento y más encima caro si tenemos la desgracia de padecer
alguna enfermedad no recogida en el AUGE), por tanto defendemos una sanidad
pública, gratuita, de calidad y bien financiada.
-Queremos
que nuestros hijos reciban una buena educación sin tener que endeudarnos (no
queremos que se nos robe de manera legal). Entendemos que ser joven y
trabajador no debe ser sinónimo de explotación: no a los trabajos en prácticas
sin cobrar sueldo, no al trabajo en negro, no a salarios miserables. Ser
trabajador joven no quiere decir que se deba trabajar a cambio de una propina o
de unas pocas monedas. La incorporación al mundo del trabajo debe hacerse en
condiciones dignas.
-Queremos
que existan medios de transporte público seguros, baratos y cómodos. No queremos
que se nos transporte como ganado y más encima pagando pasajes cada vez más
caros. Además, queremos que los beneficios de las empresas se reflejen en las
condiciones de trabajo de los choferes y empleados del transporte.
-Estamos
hartos del sistema de AFP, que nos roba mes tras mes de nuestro sueldo para ir
a parar al bolsillo de especuladores y a la hora de la jubilación entrega a nuestros
mayores fondos miserables. Lo justo es un sistema de reparto con participación
de los trabajadores, de los empresarios y del Estado que asegure jubilaciones
dignas, acordes al esfuerzo aportado por los trabajadores chilenos al bienestar
colectivo.
-Para
conseguir todo eso sabemos que es necesario que haya cambios profundos en la
economía, sabemos que Chile no puede seguir regalando sus recursos naturales,
vendiéndolos en bruto y muy por debajo de su precio real para que unos cuantos
hagan negocio. Es necesario expropiar la gran minería del cobre: que el cobre
pase a ser de los chilenos y no de unas cuantas multinacionales que apenas nos
dejan migajas, además de contaminación y escasez de agua. El cobre puede pagar
el desarrollo social de Chile y financiar los cambios que necesitamos para
tener un país más justo.
Es
importante señalar que no es voluntad del Consejo, por el momento, constituirse
en una nueva central, sino contribuir al fortalecimiento del movimiento
sindical, que hoy se encuentra disperso y atomizado. La patronal es consciente
de que para sacar el mayor rendimiento posible debe actuar con unidad por
encima de las diferencias internas, matices o formas de entender la negociación
con el gobierno y con los sindicatos. Los trabajadores y trabajadoras también
debemos hacernos cargo de esa necesidad, de mejorar nuestros niveles de unidad
para conseguir las metas que nos proponemos.
En
ese sentido, se impone una autocrítica profunda a quienes hacemos parte del
mundo sindical, pero a la hora de repartir responsabilidades hay que procurar
ser ecuánime. Si al día de hoy, en los hechos, no existe una central verdaderamente
unitaria de las y los trabajadores en Chile, no podemos echarle la culpa sólo a
los sindicatos que, a falta de garantías democráticas para que su voz cuente,
han decidido dar la pelea por afuera, sin contar con una confederación que
sienten que poco les ha aportado. Algunos de esos sindicatos, por cierto,
cuentan con unos niveles de afiliación y legitimidad en sus sectores mayores
que los de sus pares adheridos a la CUT, por lo que algo aquí está fallando.
Las
elecciones celebradas en agosto del pasado año encumbraron a una nueva
directiva en la Central. Desde entonces a esta parte, si bien no puede negarse
que ha habido un esfuerzo de cara a recuperar el crédito dilapidado durante la
desastrosa gestión de Arturo Martínez y para tratar de re-encantar a un
movimiento popular con el que había un prolongado divorcio, tampoco puede
decirse que esos esfuerzos hayan tenido éxito, y es difícil que hubiera podido
ser así sin cambios estructurales en la Central ni una apertura al protagonismo
de las bases. El cambio de talante y una actitud más empática con el resto del movimiento
popular no son suficientes cuando los problemas son de fondo y no únicamente de
forma. Sigue habiendo un claro déficit democrático y una patente falta de
representatividad, y eso no se soluciona sólo con un cambio en la gestión, con
un cambio de dirección, sino poniendo fin a los “sindicatos fantasmas”,
implantando un sistema de toma de decisiones verdaderamente proporcional y
representativo, haciéndose cargo realmente de los problemas de los trabajadores
chilenos y actuando para coordinar y estimular sus luchas. En este sentido, su
rol actual deja bastante que desear y se ha demostrado en los conflictos de los
últimos meses, que numerosos sindicatos de trabajadores, adheridos o no a la
CUT, han tenido que emprender librados a sus propias fuerzas.
Si
hoy los niveles de afiliación sindical son de los más bajos de América Latina,
gran parte de culpa la tiene un modelo económico neoliberal que excluye,
terceriza y fragmenta y una legislación laboral a su servicio, eso nadie lo
puede negar. Pero también tiene una buena parte de responsabilidad el poco
interés del movimiento sindical oficialista en potenciar la afiliación sindical
fuera del sector público y de llegar a los trabajadores más vulnerables, más
allá de contadas excepciones.
Para
avanzar no nos podemos quedar en la lamentación ni quedarnos sentados esperando
a que de las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias venga un
cambio. Ese cambio no va a llegar si es que no nos empezamos a movilizar y
ejercer presión para que ese cambio se produzca: todo lo que hemos conseguido las
y los trabajadores ha sido por la fuerza de la organización y de la presión,
nada se nos ha regalado, y será también mediante nuestra demostración de fuerza
que consigamos las transformaciones que necesitamos. Como dicen los compañeros
portuarios "no hay grandes logros sin una gran lucha" y estamos
claros de que así es.
Sigamos
trabajando para construir un movimiento sindical que esté a la altura de las
grandes tareas que tenemos por delante, capaz de cumplir con las necesidades y
aspiraciones de las y los trabajadores de Chile.
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