Las últimas elecciones de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) han reinstalado un debate al interior del movimiento sindical y de la izquierda que es necesario revisar. No son pocas las voces que por celebrar la salida de Martínez se olvidan de que el problema de la CUT no se agota en su dirección. No se trata tanto de un problema de personas como de estructuras.
Así, no sorprende que la lista ganadora encabezada por Bárbara Figueroa no esté precisamente integrada por dirigentes representativos del movimiento sindical. Si bien es innegable que más de uno ha sido apoyado por sus bases y vota en consonancia con lo que de verdad representa (sin inflar cifras), muchos otros no sólo utilizaron hoy esas mismas artimañas para ganar, sino que han validado este tipo de prácticas durante todo el periodo de Martínez y también el de Bustos, en base a acuerdos políticos por arriba que han excluido a los trabajadores de toda decisión.
No es nuestra intención personalizar, pero hay varios ejemplos patentes de que la democracia está aún lejos de la CUT ¿qué hace, por ejemplo, Jaime Gajardo representando al gremio de los profesores, si es un secreto a voces que está tremendamente cuestionado por sus bases? ¿por qué figura Jorge González representando a la CTF si no tiene ningún grado de legitimidad entre los trabajadores, aún más cuando fue quien llevó a la derrota a los forestales luego de la muerte de Rodrigo Cisternas? ¿Qué hace José Santos representando a los trabajadores de la construcción y votando por cerca de 8000 trabajadores cuando sólo representa a unos cuantos sindicatos de empresa y ha sido el promotor de la enajenación de los bienes de la CNTC que formaron los viejos durante años de lucha? La pertenencia a un determinado partido no debería bastar para encabezar una federación sindical si no se acompaña con legitimidad ante el sector.
Podríamos dar muchos ejemplos más y la tónica sería más o menos la misma. Estamos claros que en este panorama desolador hay excepciones y que hay sectores dignos de ser tenidos en cuenta en la CUT, como la CTC, ya que en su interior se encuentran muchos dirigentes honestos que han promovido la democracia al interior de su organización y han impulsado procesos de empoderamiento en su rama.
Pero repetimos, este asunto no sólo está arraigado en la tienda de Martínez, sino que se trata de una cuestión de estructuras y malas prácticas que llevan arraigadas años. No se trata tan sólo de cambiar la dirigencia, sino de democratizar realmente y sanear los propios sindicatos (no sólo la estructura confederal), de cambiar estilos de trabajo, de transformar a fondo la relación entre bases y dirección y de promover la participación más amplia de los trabajadores en la vida sindical. Si sólo se cuestiona a Martínez sin entrar en las causas reales de la deslegitimación de la CUT, no estamos avanzando hacia un movimiento sindical digno de ese nombre.
Entonces… ¿nos quedamos mirando al lado?
Para un amplio sector del movimiento sindical clasista, honesto y apegado a las bases, las elecciones de la CUT fueron un tongo. No es un hecho menor que amplios sectores de gran importancia para la economía nacional y que sostienen organizaciones reales y legítimas, como portuarios, forestales, mineros, construcción, pesqueros, bancarios… se hayan restado del proceso desde mucho antes de que fuera un tema. La decisión no pasa por un cómodo “paralelismo”, pero muchos ya han decidido desde la base que mientras no existan las condiciones ni las garantías para tomar la central es una pérdida de tiempo formar listas paralelas para disputar la conducción ante un sistema totalmente antidemocrático.
El asunto principal es que ante la realidad sindical actual, lo prioritario no reside en estar o no en la CUT, sino más bien en trabajar por un profundo fortalecimiento de las bases, construyendo con transparencia y democracia organización sindical y los programas particulares y transversales que aúnen fuerzas entre los trabajadores. Conocerse en la lucha, discutir políticamente el asunto de la unidad. No podemos hacernos los lesos y pensar que todo se arregla con unas elecciones. Todos han salido muy dañados y divididos después de años de malas prácticas, y la CUT actual no es para nada un referente aglutinador, ni aun cuando llega el PC a la presidencia, pues lo cierto es que ha sido cómplice activo hasta el día de hoy en el estado de postración y malos manejos de la central. El problema no es de quítate tú para ponerme yo.
Si la nueva dirección actuara en consecuencia con lo manifestado durante la campaña y convocara públicamente a una reforma a fondo de la central, de carácter refundacional, trasparentando la situación financiera y las listas de socios, efectivamente constituiría un hecho a reconocer como una puesta al día con el nuevo carácter que han adoptado las organizaciones y las luchas populares en los últimos años. Mientras tanto, no pueden venir a decirnos que es antojadizo lo que planteamos, la historia reciente de las luchas dadas por el sindicalismo clasista e independiente no puede ser borrada de un plumazo, como si aquí no hubiere pasado nada. Harta agua ha pasado bajo el puente y los trabajadores tenemos el legitimo derecho de desconfiar de la CUT y buscar las formas de hacer un camino propio que avance de verdad en ser un promotor de las transformaciones sociales que se requieren.
Porque hay que dejarlo claro: los libertarios sabemos que se requiere con urgencia luchar por agruparnos como trabajadores en una central sindical única, pero el asunto es que tal como están las cosas al día de hoy, no existen las garantías para llevar a cabo un proceso de esas características. Apostamos a fortalecer orgánica y políticamente las bases de un movimiento sindical nuevo, que mantenga en alto los principios históricos de la clase trabajadora, luchando por reformas que mejoren las condiciones laborales pero teniendo como objetivo último sustituir este sistema capitalista y de explotación por uno que garantice una vida digna para todos.
"El Barba"
Periódico Solidaridad nº13, septiembre-octubre de 2012
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